domingo, 18 de septiembre de 2011

Literatura fantástica y realismo, Abelardo Castillo

Es decir que, para usted, el realismo es un artificio.

—Exactamente, como lo sostenía Borges. Lo que no creo, y en esto difiero de él, es que la literatura fantástica exista. Muchas veces he dicho que lo único que existe es el realismo. Todo lo que podemos imaginar nace de la realidad. No puedo hacer distinciones entre literatura fantástica y realismo.

Hoy tomaremos cuatro historias, cuatro cuentos donde el personaje es el hombre enamorado de una mujer joven y singular por su carácter y belleza, que somete su destino a la merced de sus apariciones y desapariciones.
En los cuatro cuentos Abelardo Castillo traspone los límites de lo real y permite lecturas diversas sobre el tiempo y su relación con otros planos.

En “El tiempo de Milena” se plantea el drama del hombre, que en su tiempo real va envejeciendo mientras que la muchacha que reaparece es siempre la misma joven casi adolescente, que parece habitar un lugar donde el tiempo es otro.

Claro que el tiempo de Milena y el mío no corrían de la misma manera, ni siquiera, quizá, en el mismo sentido. Pero esto lo comprendí del todo muchos años después.
No volví a verla hasta quince años más tarde. Y esto también se escribe fácil. Lo mejor, por ahora, es decir que en esos años los grandes amores no duraban mucho y que el nuestro no fue una excepción. Nos defendíamos del tiempo. Nadie quería que la mujer o el hombre de su vida envejeciera, y eso, supongo, tendía a acortar las pasiones. Era preferible recordar: el recuerdo, como la ceguera, deja los rostros intactos.


En “Muchacha de otra parte” el hombre se enamora de una joven que entra y sale de su vida y que un día lo abandona para siempre. Ignora todo de ella hasta su nombre. Por miedo a perderla no se atreve a preguntarle nada. Con los pocos datos que tiene: un pueblo con calles bordeadas por plátanos y moreras, médanos y un faro. Es lo único que sabe de ese lugar al que la muchacha se marcha siempre y que llama “su casa”. Quince años después de ese último encuentro el hombre, con rostro cansado relata su historia en un bar pueblerino. Aun no la ha hallado.

Sé que lo que voy a escribir ahora suena pueril, novelesco, demasiado fácil de ser escrito; pero nunca supe su verdadero nombre. Tampoco supe dónde vivía ni con quién. No tuve tiempo de asombrarme porque sucedieron dos cosas. Verla ahí, tan irrefutable y casual, me hizo tomar conciencia de que si ella no hubiera vuelto yo no habría tenido manera de encontrarla. La otra, fue algo que dijo. Yo le había preguntado dónde estuviste todo este tiempo, y ella, con distraída alegría, contestó de inmediato: "En casa."
Ni siquiera pensaba la palabra casa en el mismo sentido que yo, en el sentido convencional de objeto para habitar. Había dicho casa como una sirena diría que ha vuelto unos meses al mar. Iba a preguntarle cómo había entrado pero me callé. Desde ese día aprendí a callarme. Para empezar, me resultaba un poco alarmante admitir que su casa, su casa real, en algún barrio de Buenos Aires, me importara mucho menos que el lugar con el que soñaba y del que me hablaba a veces, como si hablara en sueños, sin poner ninguna atención en que ciertos detalles descriptivos coincidieran o no.

“La calle Victoria” cuenta como un hombre entra en una dimensión temporal distinta en la que encuentra a la joven que cree es “la mujer de su vida", en medio de una noche de Carnaval que transcurre sesenta o setenta años antes y a la que sabe que no volverá a ver.

Porque no se trataba siquiera de un sentimiento, era una sensación, como la de estar deslizándose por la noche hacia un lugar querible y remoto, pero no remoto en el espacio, no lejano de se modo, y me miró.
-Como en los sueños -dije yo.
De acuerdo. Yo estaba en otra parte, en otro tiempo. Me había deslizado como por una grieta a un Buenos Aires de cincuenta o sesenta años atrás.
Mientras me hablaba, Villari pronunció la palabra burbuja o esfera, y quería decir que el tiempo que pasó con su dama antigua en ese balcón había sucedido como dentro de una burbuja que los apartaba de los demás, un no-lugar donde el tiempo (la vida, dijo Villari) transcurría en otra dirección y donde, de alguna manera, todo estaba permitido. Su cuerpo inició el movimiento de acercarse a ella, o fue el cuerpo de ella el que lo inició.

En cambio, en “Carpe Diem” la historia es dramática. El hombre tiene una larga relación con una joven. Se enojan y él regresa a su pueblo.
Han pasado seis meses cuando se decide a llamarla por teléfono y pedirle que venga al pueblo. La joven acepta y se encuentran.
Será solo una noche, luego ella se irá para siempre.

que habrá llegado hasta ahí por otro laberinto personal hecho de otras calles y otros recuerdos.
Lo que no entiendo –dije yo– es dónde está la dificultad. No entiendo qué es lo que hay que entender.
–Justamente. No hay nada que entender, ella misma me lo dijo la última tarde. Hay que creer. Yo tenía que creer simplemente lo que estaba ocurriendo, tomarlo con naturalidad: vivirlo. Como si se me hubiera concedido, o se nos hubiera concedido a los dos, un favor especial. Ese día fue una dádiva, y fue real, y lo real no precisa explicación alguna. Ese sauce a la orilla del agua, por ejemplo. Está ahí, de pronto; está ahí porque de pronto lo iluminó la luna. Yo no sé si estuvo siempre, ahora está.

Me dijo que hay cosas que deben creerse, no entenderse. Intentar entenderlas es peor que matarlas. Me habló del resplandor efímero de la belleza y de su verdad. Me dijo que la perdonara por lo que iba a hacer. Volvió a decir que era ella, que por eso podía causar dolor y también sentirlo, que era real, y me dijo que estaba muerta y que si en algún momento del largo atardecer que todavía nos quedaba, si en algún minuto de la noche yo llegaba a sentir que esto era triste, y no, como debía serlo, muy hermoso, habríamos perdido para siempre algo que se nos había otorgado, habríamos vuelto a perder nuestro día perdido, nuestra pequeña flor para cortar...


11 comentarios:

  1. Para mi la fantasía no lo es por lo que se piensa si no por quién la piensa. Si un lechero se sueña astronauta con poderes telepáticos y esposo de un centenar de mujeres a las que mantiene con la miel de sus labios eso es una fantasía para él ya que jamás lo podrá alcanzar.

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  2. Gracias, estoy tomando como referencia a Abelardo como un Simbolo irrepetible en la historia de la literatura, admiro otros autores pero el es de mi ciudad y Argentino.
    javier

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  3. Muchas gracias por dejar tu comentario en mi blog. Llegaste a él por mi "pasión" por Angeles Mastretta y sus "mujeres de ojos grandes" y no sé si porque te gusta a tí también o al revés. Imagino que es porque te gusta. Sea como fuere, gracias por tus palabras.
    Tienes temas muy interesanes en tu blog. Tengo que pasarme con más tiempo.

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  4. MUJERES, AMORES, UNA HISTORIA INCONCLUSA.
    ABELARDO ES UNA MARAVILLA ES EL MISTERIO QUE SIEMBRA EN SUS HISTORIAS, LO QUE ME ATRAPA

    SALUDOS

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  5. Podríamos decir que todo es ficción o realidad, o mentir la verdad, como decía Onetti. Lo que resulta imperiosamente necesario, es tener a mano a estos grandes escritores, y mecidos por su holgura literaria sumergirnos en el terreno de la especulación, para, quizá, ahogarnos en la dramática tarea de definir, pues definir es siempre descartar algo, perderlo, echarlo tal vez donde nunca se recuperará. Y paradójicamente es tan necesario como tener conciencia de nuestro contorno; definir es, quizá, una condena de nuestra finitud; o un atributo, quién sabe. Pero vale la pena especular leyendo tus entradas. Gracias. Besos.

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  6. No sólo de pan vive el hombre... La imaginación es necesaria y real, nutre y da sentido a nuestras vidas.
    Saludos.

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  7. Rossina, Borges(disculpame) no es precisamente uno de mis autores favoritos.
    Te cuento que yo coordino Talleres Literarios de Cuentos en Zona Norte,aunque aùn son embrionarios.
    Los cuentos que doy a leer(que son los que màs me gustan,tienen que tener alguno de estos elementos: tensiòn, intensidad, diàlogos, acciòn o humor. Si tienen todo, mejor. Soy totalmente antiacademicista, anticonvencional, heterodoxo, y trangresor,como escritor y como coordinador.Por ejemplo, Abelardo y Fogwill me encantan.
    No dudes en enviarme cualquier novedad(en alguna me engancharè).Un saludo afectuoso.
    Hugo.

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  8. Olá vim te visitar e gostei muito do teu texto. A imaginação é a única forma que dá o melhor sentido a nossa vida se a transformamos em realidade.Gostei muito do seu blog, e ja estou seguindo. Convido a conhecer meu blog e seguir-me se gostares. Um abraço!
    Smareis

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  9. Rossina,gracias por tu visita,amiga.
    Encuentro muy interesante el análisis del tiempo y otros planos en los cuentos de Abelardo Castillo.No sólo porque el tiempo nos envejece,nos transforma nos lleva hacia el olvido.El tiempo también nos hace tocar otros planos espirituales,donde palpamos la infinitud y la inmensidad de los sentimientos.Como dice en uno de ellos,no se trata de entender las circunstancias,sino de descubrir el regalo de ese instante vital y disfrutarlo,no perderlo.
    Estoy de acuerdo en que la fantasía la creamos a partir de la realidad.Sin embargo,la mente del hombre es universo,y como tal tiene dimensiones no descubiertas,donde alberga grandes misterios.
    Mi gratitud por mostrarnos a este gran escritor.Mi abrazo inmenso siempre,amiga.
    M.Jesús

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  10. Comparto la concisa definición de Abelardo de esa división tan extraña entre fantasía y realidad. Aunque en mi caso añadiría el profundo desasosiego que me provoca el no saber distinguirlos, a nivel vital por supuesto, pero hablando de literatura, es un poco lo que dice Abelardo, defender como una bandera el realismo me parece una temeridad y un no saber de que materia se fraguan las palabras y las historias, y es que la realidad es precisamente algo como poco fántastico. (que mal me explico pero igual me entiendes)

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  11. Gracias, Rossina, por visitar mi blog y dejar tu cálido comentario. Hay mucho para leer en el tuyo y me atrae todo lo que veo. Volveré a visitarte. Castillo es una deuda pendiente, con toda honestidad, y este posteo no hace más que acrecentar mi interés por leerlo.
    Un beso.

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